lunes, 28 de marzo de 2011
Plantas Wigginsia Depressa
martes, 22 de marzo de 2011
Especial ENGORDE EN SUELO
Esta glicinia sacada de acodo veo que necesita más vigor y ramificación. La sacamos tal cual de la maceta.
Y sin tocar el cepellón (tenía raíces muy frágiles), al suelo. Que engorde al menos un par de años con bien de sol y fertilizante.
Esta higuera estaba en una maceta muy abandonada y como tenía sitio en el suelo pues allá va. Se ve perfectamente la parte del acodo que la unía al arbol.
Se le quita el tocón, para que el cepellón quede desarrollado en anchura, un poco de pasta selladora ……
……. unas hormonas de enraizamiento para ayudar y otros dos añitos al suelo.
Esta es una higuera enraizada en roca con la que llevo peleandome varios años. La he sacado de la tierra para acortar raíces, ver cómo estas van envolviendo la roca y con la misma volver a meterla en suelo.
Roble plantado en suelo con una plancha que hace tope para que las raíces no profundicen.
Lo sacamos, quitamos la tierra …….
…… y otra vez al suelo.
Acodo de arce sacado este verano. http://alfredobc.blogspot.com/2007_09_01_archive.html
Y el mes pasado lo transplanto tal cual al suelo. Allí estará varios años. La verdad es que el poder plantar en suelo facilita la consecución de prebonsai en menos años que si lo hiciéramos en macetas.
jueves, 17 de marzo de 2011
Patio Conservar sus bulbos como nuevos
Separarlos y etiquetarlos por especies. Ponerlos a secar en un lugar ventilado y oscuro.
Cuando estén secos, retirarles la tierra, las raíces y tallos.
miércoles, 16 de marzo de 2011
Especiales EL JARDÍN DEL PALACETE ALBÉNIZ DE BARCELONA
Esta residencia se construyó con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 para la utilización de los reyes. Con posterioridad el palacete fue remodelado por los arquitectos municipales Lozoya, Ros de Ramis y Serra Godoy. Esta remodelación culminó en 1970.
Este jardín lleva el nombre de Joan Maragall. Fue diseñado por Joaquim Casamor d'Espona, arquitecto de Parques y Jardines que hizo un jardín de tipo clásico con estanques, cascadas, columnas y numerosas estatuas de estilo clásico.
martes, 15 de marzo de 2011
Flor Manzano
lunes, 14 de marzo de 2011
Patio PREMIO INTERNACIONAL PARA EL ROSERAR
Para más información: Parques y Jardines de Barcelona
domingo, 13 de marzo de 2011
jueves, 10 de marzo de 2011
Flor Rus sucedánea
Cuando compré la Rus sucedánea, no tenía idea de qué tipo de sorpresa otoñal me esperaba. Buscaba un arbolito chico y en el vivero me recomendaron este arbusto que se puede podar como un árbol. No me pareció demasiado especial pero seguí la recomendación. Qué lindo fue cuando empezó el invierno ver como sus hojas cambiaban de color!
miércoles, 9 de marzo de 2011
Increibles La Flor del Ceibo - Erythrina crista-galli L
La flor del ceibo es la flor nacional de la República Argentina. También denominada seibo, seíbo o bucaré, fue declarada flor nacional argentina por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº13.847/42, del 22 de diciembre de 1942. De ahí que el 22 de Noviembre se celebra el día de la Flor Nacional. También es la flor nacional de nuestro país vecino la República Oriental del Uruguay.
El Ceibo es un árbol originario de América, de la zona subtropical, no muy alto, de tronco retorcido, pertenece a la familia de las leguminosas, por lo que las semillas se guardan en vainas encorvadas. Sus flores son rojas, de un rojo carmín. Crece en las riberas del Paraná y del Río de La Plata, pero se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas a lo largo del país. La madera de ceibo es muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo. Su presencia en parque y jardines argentinos, pone una nota de perfume y color. Y el admirador evita arrancar sus flores, debido a que sus ramas poseen una especie de aguijones.
Leyenda de la flor del ceibo
Según cuenta la leyenda la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate entre su tribu y los guaraníes.
Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo feraz, silvestre, que bañaban las aguas oscuras del río barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la indiecita, y el rumor del río que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba. Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, tanta era la belleza de su canto.
Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca remontaron las aguas y se internaron en la selva. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo. Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.
Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus esfuerzos por librarse aunque era ágil. La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela.
Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados, pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos. La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada. Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamado.
Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores, rojas como las llamas que la envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.
Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma pura y altiva de una raza que ya no existe.
Para ampliar información:
www.ambiente.gov.ar/?idarticulo=680 -